Selección de los mejores poemas de amor.

Josefina adorada

Tus cartas de amor son un vino
que me trastorna y son
el único alimento para mi corazón.
Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo,
amargo igual que el mar.
Tus cartas apaciento
metido en un rincón
y por redil y hierba
les doy mi corazón.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.
Cuando me falte sangre
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor cuando papel.

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo. 
¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo. 
No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,
alrededor girando de tu esfera. 
Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.
-¡Date presa de amor, mi carcelera!

La boca

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros. 
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
dando a la grana sangrante dos lúcidos aletazos.
El labio de arriba el cielo y la tierra el otro labio. 
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros. 

Astro que tiene tu boca enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celestehace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos ni las calles ni los campos. 
¡Cuántas bocas enterradas, sin boca, desenterramos! 
Bebo en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos.
Recuerdos.
Besos distantes y amargos. 
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios.
Y el infinito pareceque sobre mí se ha volcado. 
He de volverte a besar.
He de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos. 
Como una febril nevada de besos y enamorados. 
Boca que desenterrasteel amanecer
más claro
con tu lengua.
Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor.
Ahí quedan
escritos sobre tus labios

El lecho, aquella yerba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde. 

Pasar por unos ojos como por un desierto:
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen. 

Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.
 Cuanto más se miraban más se hallaban:
más hondos
se veían, más lejos,
más en uno fundidos.

El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos. 
Entonces, el anhelo creciente,
la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
proyectamos los cuerpos más allá de la vida. 

Espiramos del todo.
¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados! 
Pero no moriremos.
Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos.
Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado,
con los dos, fecundada.

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda. 
¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?

Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina. 
No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol:
todo ocaso.

Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente. 
Claridad sin posible declinar.
Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad.
Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre. 
Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara.
Sombra clara que vienes.
 

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

Sonreír con la alegre tristeza del olivo, esperar, no cansarse de esperar la alegría. Sonriamos, doremos la luz de cada día en esta alegre y triste vanidad de ser vivo. Me siento cada día más libre y más cautivo en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría. Cruzan las tempestades sobre tu boca fría como sobre la mía que aún es un soplo estivo. Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece como un abismo trémulo, pero batiente en alas. Una sonrisa eleva calientemente el vuelo. Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece. Todo lo desafías, amor: todo lo escalas. Con sonrisa te fuiste de la tierra y el cielo.

Varios efectos del amor

Sucumbir, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso,

no hallar fuera del bien, centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido y receloso.

Huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño,

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma en un engaño,

esto es amor quien lo probó lo sabe.

Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos,

crece con riesgos, lances y recelos,

susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es ése,

pues ¿por qué, Alano, sientes el desvío

de Celia que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste,

pues no te engañó Amor, Alano mío,

sino que llegó el término preciso?

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
—¡Es el amor que pasa!

Esa noche en que el fuego nos iluminaba

te tuve junto a mi y te poseí entre mis brazos

sentí tu piel que ardía junto a la mía

y disfrute ese instante como adivinando que no volverías

pues ahora no me quieres y me dices porquería.

Siento caer la noche y esta fría como aquella,

en la cual tus brazos me dieron amor al yo temblar,

no temblaba de frío, sino de pensar que la próxima mañana no estarías

y así fue, tal como llegaste partiste sin decir donde irías.